Hay novelas que te gustan, novelas que te enganchan, novelas con las que aprendes..., y luego hay novelas que te marcan para siempre. “La Mujer sin Nombre” ha sido una de ellas y es que, cuanto más tiempo pasa desde que la terminé, más cosas acuden a mi mente, más detalles recuerdo y más creo que será una de esas novelas a las que vuelva de manera recurrente en busca de inspiración ya que lo tiene absolutamente todo.
Antes de continuar, deseo agradecer de corazón a Plaza&Janés el envío del ejemplar porque ha sido un auténtico placer adentrarme en las páginas de este libro.
Si os soy sincera, es que no sé ni por dónde empezar, si por la maravillosa historia que nos cuenta, por la inigualable protagonista o por la bellísima pluma de la autora. Todo en este libro es poesía.
La novela nos cuenta la vida de María de la O Lejárraga, una de esas mujeres de las que la Historia se ha olvidado a pesar de ser la madre de grandes obras y una de las mayores defensoras que los derechos de la mujer han tenido en este país. Para mi descubrir a María ha sido una de las experiencias que recordaré siempre en mi vida, así que no os pienso contar nada más de ella. De verdad os digo, que necesitáis conocer a esta mujer y su vida, su lucha infinita, su fuerza interior y el amor que siempre tuvo para los suyos. María ya siempre tendrá un lugar en mi corazón y solo puedo agradecer a Vanessa Montfort y a Plaza&Janés que, a través de esta novela, hayan reivindicado su lugar en la Historia.
Si que os daré unas pinceladas del contexto en el que se desarrolló su vida, y es que María vive entre 1874 y 1974, lo que supone que estuvo presente en los grandes acontecimientos que marcaron el siglo XX: La Primera República, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, el golpe de estado, la dictadura franquista, la Primera y la Segunda Guerra Mundial... por su vida pasaron los más grandes: Jacinto Benavente, Juan Ramón Jimenez, Benito Pérez Galdós, Manuel de Falla, María Guerrero, Clara Campoamor, Federico García Lorca, Joaquín Turina, Gregorio Martinez Sierra, y todos los que después serían considerados los máximos representantes de la Edad de Plata de las Letras Españolas. Con todos ellos colaboró y a ella deben muchos una buena parte de su éxito... pero esa parte os la dejo descubrir a vosotros.
No puedo terminar esta reseña sin hablar de cómo Vanessa Montfort nos entrega esta obra, porque es un auténtico prodigio. ¡Cómo me ha gustado la pluma de esta mujer! Exacta, eficaz, precisa, visual... y tan hermosa... La narración se divide en espacios diferentes, en líneas temporales distintas, pero jamás leí un texto en el que estas divergencias estuvieran tan bien ligadas y se fundieran entre ellas fluyendo con total naturalidad, dándose la mano, cediéndose el paso entre ellas, creando magia.
Hay momentos en esta obra en la que el corazón se encoge, se hace pequeñito y se mete en un puño. Hay momentos que te hacen sonreír y otros en los que la narración te agarra las entrañas. Hay momentos duros y momentos mágicos, pero sobre todo hay muchísimo talento, el de su protagonista y el de su autora. Gracias a ambas por dejarnos un regalo así.
Os dejo por aquí el link a la reseña que hice de esta maravillosa obra en mi canal de Youtube por si queréis profundizar un poquito más en la historia.
Y vosotros... ¿Habéis leído este libro? ¿Conocíais a María Lejárraga? ¿Habéis leído algo de Vanessa Montfort? Como siempre, estoy deseando leer vuestras opiniones e ideas, así que... ¡no dejéis de escribirme en los comentarios! Hasta entonces...